Fallido golpe de Estado en Turquía deja 161 muertos y 2839 detenidos
El fallido y sangriento golpe de Estado que sacudió a
Turquía en las últimas horas parece haber debilitado al Ejército y reforzado al
presidente del país, el islamista Recep Tayyip Erdogan, y su aspiración de
tener en sus manos más poder.
De acuerdo con el más reciente balance, 161 personas han
muerto, 1.440 han resultado heridas, al menos 2.839 militares ha sido detenidos
y decenas de soldados golpistas murieron en la intentona.
Fue la cuarta asonada fallida en la historia de la República
de Turquía tras otros tres golpes, en 1960, 1971 y 1980, aunque este intento se
diferencia en mucho de sus antecesores.
Esta vez, parece haberse corroborado la teoría de que un
golpe no puede tener éxito en la era de los medios digitales.
En 1960, 1971 y 1980, lo primero que hicieron los militares
fue tomar el control de la radio y la televisión, pero esta vez, si bien
también lo intentaron con algunas emisoras de televisión, su poder sobre ellas
duró poco rato y la mayoría de los medios pudo continuar trabajando en defensa
de la democracia.
Los políticos habían logrado movilizar la resistencia de las
televisiones afectadas, como la CNNTürk y la estatal TRT.
Los medios pudieron transmitir sendos mensajes de los
políticos instando a la población a salir a las calles, e informar amplia y
rápidamente de lo que estaba pasando.
Además, fue la primera vez que la población no permaneció en
silencio frente al levantamiento militar: decenas de miles de personas salieron
a las calles para resistir a los golpistas.
Los ciudadanos tomaron las plazas, saltaron encima de los
tanques y se enfrentaron verbalmente a los soldados.
También por primera vez, todos los partidos políticos del
país fueron unánimes en rechazar la asonada.
Asimismo, la Policía, la Gendarmería y una parte del
Ejército se mantuvieron fieles al gobierno del primer ministro, Benali
Yildirim, líder del islamista Partido Justicia y Desarrollo (AKP).
Pero también fue un triste estreno el bombardeo por parte de
los golpistas del edificio del Parlamento turco, en Ankara, que resultó
seriamente dañado, y tampoco nunca antes había sido atacada una residencia
veraniega del presidente, como ocurrió anoche.
Fue también la primera vez que durante un intento golpista
la población pudo presenciar en las pantallas cómo se rendían los soldados con
las manos en la cabeza, tumbados en el suelo y cómo se les despojaba de sus
uniformes y armas.
El Ejército turco, uno de los mayores del mundo y la
institución hasta ahora más fuerte del país, con sus miembros considerados
durante años como “intocables”, se vio, también por primera vez, en una
situación penosa.
Pero tampoco nunca antes la Policía se había enfrentado al
Ejército ni un golpe había sido tan sangriento, con un número inédito de
muertos, heridos y detenidos.
A diferencia de lo que ocurrió en las anteriores ocasiones,
el Servicio Nacional de Inteligencia (MIT) fue ayer atacado por los golpistas,
cuando antes había sido siempre acusado de haberse confabulado con los
militares rebeldes.
Esta vez, el MIT se mantuvo leal al gobierno y al
presidente, a quienes no pudo informar sobre las preparaciones del intento
golpista, que sin duda requirieron mucho tiempo, algo que deja de manifiesto
fallos importantes en la inteligencia del país.
En sus primeras palabras tras la intentona, Erdogan
consideró en Estambul que ahora tenía ante sí una oportunidad para limpiar el
Ejército de los seguidores del predicador islamista Fethullah Gülen, antiguo
aliado suyo considerado ahora enemigo y terrorista.
No obstante, el grupo de Gülen rechazó hoy las acusaciones
desde Estados Unidos, donde vive exiliado el predicador.
Los turcos han defendido con fuerza su democracia pero por
otro lado ha crecido en los círculos opositores la preocupación de que Erdogan
haya salido de esta crisis aún más fortalecido.
Un primer indicio de este fortalecimiento podría ser la
purga que se ha efectuado en el sistema judicial, con el despido de 2.745
jueces, sospechosos de estar relacionados con Gülen.
Erdogan aspira a cambiar la Constitución para convertir la
actual república parlamentaria en una presidencialista.
Eso le daría aún más poder del que ya tiene por ser el
hombre fuerte del AKP, partido que él fundó, si bien formalmente lo ha
abandonado para poder ascender a la jefatura del Estado.
Erdogan es visto cada vez con más recelo por la oposición,
así como por políticos en el extranjero, debido a su creciente autoritarismo y
su tendencia a perseguir a cualquiera que lo critique, incluyendo la prensa,
por lo que ahora se teme que pueda avanzar hacia un poder casi totalitario.
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