Luego de la tragedia de Salgar, Juan Fernando volverá a tener un hogar

Juan Fernando Restrepo, junto a la que será su nueva casa
Los gritos de Daniela no fueron lo suficientemente fuertes como para despertar a Juan Fernando. El mundo se les venía encima pero él no reaccionaba.

La quebrada La Liboriana, del municipio de Salgar (Antioquia), arrastraba toneladas de un lodo nauseabundo que se colaba por la puerta de la casa y que, de a poco, inundaba la sala, las dos habitaciones, la cocina y el baño.

“!Juan Fernando! ¡Juan Fernando!”, gritaba Claudia Oquendo, una esposa desesperada que cargaba entre sus brazos a Valerie, su hija de 5 años. La madrugada del 18 de mayo del 2015, lo perdieron todo.

Este ha sido un año difícil para ellos, sin embargo, el pasado miércoles 18 de mayo recibieron, de parte del presidente Santos, uno de los 179 cupos de vivienda que se entregaron a las víctimas de este desastre.

“Yo la verdad no creía que me fueran a beneficiar, pero ya quedé en la lista yme entregan la casa en un mes más o menos”, relató con emoción este hombre que trabaja como vendedor ambulante y que hoy deja a un lado el dolor para dar un paso adelante en la vida.

El día de la tragedia, Juan llegó tarde a su casa. “Volví a la casa a las 10 de la noche, me tenía que tomar unos medicamentos para un tratamiento de la espalda pero se me olvidó. Me puse a ver televisión y cuando caí en cuenta eran las 12, me tomé las pastas y me acosté”, relató Juan Fernando, quien, instantes después, ante los avisos de su esposa de que se venía una avalancha, no reaccionaba, “estaba dopado por las pastas”, contó.

Cuando reaccionó, el agua y el lodo le llegaban a las rodillas. La puerta principal de la casa estaba bloqueada por los escombros y no había por dónde escapar. Como pudo rompió una ventana y sacó a su esposa y a su hija solo momentos antes de que el alud se tragara el hogar que compartían desde hace 2 años.

“Nunca nos imaginamos que algo así nos fuera a pasar”, describe con nostalgia este hombre, que le atribuye a Dios el no haber perdido la vida ese día y también el tener una casa para estrenar.

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