El diseñador que hizo de la moda un trabajo social
Hoy, conocido en este ámbito como Guío Di Colombia, no olvida los días en que una pequeña habitación en la que vivía junto a su madre y hermanos sirvió como la primera vitrina para sus diseños, ya que a Sonia siempre la ubicaba en el lugar más alto del cuarto, donde todos pudieran verla.
“Le pintaba la boca, le ponía o le quitaba guantes, fue mi primera musa, una verdadera celebridad en la habitación”, expresa, entre risas, el diseñador.
Confiesa que desde ese momento, “el bichito de hacer trajes” le picó para convertirse en lo que es hoy. Guío asegura que su vida siempre fue humilde, desde que sus padres se separaron y su madre se fue a vivir a Estados Unidos. Él, como el mayor de tres hermanos, tomó la decisión de independizarse y materializar sus sueños.
En Palmira, donde vivió hasta los 20 años, todavía recuerdan que desde pequeño se dedicó a dar clases de etiqueta y glamour entre las calles de ese popular sector de la Villa de las Palmas, lo que le alcanzó para tener su propia empresa: una agencia de modelos, en la que formó a más de 6.000 estudiantes para modelos y reinas durante 18 años.
“El tema del modelaje me gustaba, pero quería aprender lo que correspondía a mi otra pasión: el diseño. Estudié en dos instituciones e hice tres semestres”, cuenta Guío.
Durante su tiempo en la academia, este diseñador vallecaucano era un inquieto de la práctica, lo cual contribuyó a que su desempeño fuera reconocido por docentes. Así, se dedicó a colaborar con las tesis de otros estudiantes, su talento ya se hacía famoso entre la comunidad estudiantil, por lo que después de dos años y medio de enseñar, se decidió a lanzar su propia marca.
Primeros pasos
“Lo más duro de entrar a la moda es que al no contar con un apellido, o cierto estatus, se complica más hacerse a un nombre y ser aceptado. Son muy elitistas, pero yo tenía un sueño que cumplir”, confiesa Guío.
Para el diseñador, su bautizo en la moda se dio durante el Cali Exposhow del 2003, donde un mito indígena que rondaba su natal Palmira se convirtió en el nombre de su primera colección: Mala Gana.
“Es una historia sobre la tribu malagana, donde, supuestamente, todo lo que uno haga de mala gana traerá mala suerte. No sé por qué pensé en ponerle así a la colección, solo me nació. Mis amigos me decían que si estaba loco, que eso era malo, pero les demostré que en lugar de traerme mala suerte, antes me dio mucho éxito, el lanzamiento fue bueno y fui escogido como diseñador revelación de ese año”, recuerda Guío.
Mala Gana consistió en prendas hechas con seda natural. Se desarrollaron tintes en caña de azúcar, tintes orgánicos naturales y la colección gustó tanto que desde ahí se dio a conocer en el agresivo mundo de la moda.
Lo mejor de la colección fueron sus colaboradores, sostiene Guío. El proceso de creación se logró con la colaboración de familias desplazadas por la violencia provenientes de Palmira y Florida.
“Ellos me ayudaron a conocer los cultivos, saber más del material y cómo obtenerlo, fue algo muy lindo”, confiesa. En ese año, la Academia de Dibujo profesional le otorgó el título de diseñador técnico profesional honoris causa en diseño de modas.
Y es que Guío tiene una pasión que desde la niñez lo ha acompañado, la cual es servir a los demás. Lo supo desde pequeño, desde que sus vecinos recibían siempre una sonrisa de parte del pequeño que estuvo dispuesto a colaborar a quien lo necesitara, así tuviese que dejar de ir a estudiar.
“Siempre me gustó el tema de servir, fui sacristán en una iglesia, en la escuela estuve en la Cruz Roja, prestando primeros auxilios a los demás y ya cuando me metí a la moda decidí empezar con un discurso de moda social, un discurso que lo he ido perfeccionando. Ese ha sido mi llamado a ser filántropo, más que diseñador”, explica Guío.
El diseñador asegura que ningún trabajo realizado por él ha estado lejos de un tema social, ninguno ha dejado de protestar, sensibilizar o comunicar algo en torno a un tema que afecte a una comunidad o grupo social. Por eso, desde hace 6 años y medio, trabaja con Fides haciendo colecciones en Cartagena, Barranquilla, Villavicencio y Bogotá. Además es embajador de la ONU en un programa de prevención en contra del sida.
Su familia también se ha encargado de contribuir en el espacio social. Su hermano menor cuenta con una escuela de patinaje que forma a 200 niños y niñas del Valle del Cauca. Además, cuenta con una promisoria carrera en el mundo del diseño.
“El tema de la moda es muy comercial, consumista, todos pensamos en vender, pero, en mi caso, ese es mi último renglón, siempre pienso que si logro sensibilizar o vender para apoyar a otros creo que eso me llena el alma más que cualquier éxito en pasarela”, comenta este hombre de 43 años.
Precisamente, el próximo 15 de febrero lanzará el séptimo calendario con modelos en condición de discapacidad, o condiciones especiales, como él llama a las musas que le colaboran con este proyecto.
Kelly Johana Cabezas, de 21 años, hizo parte de la selección de 14 jóvenes modelos con “diferentes capacidades”, como dice Domínguez, para el calendario. El diseñador recalca que su trabajo resalta a la mujer, no por sus limitaciones físicas, sino por su talento.
El calendario hace parte del trabajo social que este diseñador realiza a través de su fundación Altruistas de Corazón.
“Me encantó el trabajo con Guío. Fueron sesiones de ocho horas o más. Todo depende de los cambios de vestuario, pero es algo que me gusta y espero que no sufra ningún inconveniente para salir”, cuenta la joven que tuvo que abandonar sus estudios en Medicina por la siringohidromielia y polineuropatía que padece, y por la cual hace dos años no puede caminar.
El trabajo se realizó durante un mes y las sesiones de fotos se llevaron a cabo en Bogotá, Medellín, Pereira y Salento (Quindío).
Así como en el pasado dejó de lado sus obligaciones para atender a las personas, Guío asegura que su línea de trabajo se proyecta en la medida en que puede ayudar a los demás, sin olvidar el lugar del que ha salido, en un mundo donde nada es fácil y la vanidad es la orden del día.
Sus tres momentos
Luego de su aparición en el 2003, el joven soñador que dictaba clases de etiqueta a las jovencitas en Palmira, ha tenido un aproximado de 60 colecciones y ha recibido 37 reconocimientos en Miami, Chile y otras partes del mundo, gran parte de los aplausos se los ha llevado por sus gestas sociales.
Sostiene que luego de Mala Gana, una de las colecciones que más lo ha marcado es Vitrales, que se llevó a cabo en el 2009, junto con reclusos de la cárcel de Jamundí, en el Valle.
“Consistió en un laboratorio de modas con reclusos, trabajamos duro, dos meses. Hicimos talleres y logramos una colección muy linda que desarrollaron 80 personas que trabajaron conmigo, fue muy lindo porque logré tener a cuatro reclusos, dos de mediana seguridad y dos de máxima, juntos, cerrando la pasarela y agarrados de la mano. Con esto enseñamos que ellos se pueden visibilizar como personas, que volvieran a tener ilusiones, la gente ovacionó de pie y lloró; fue hermoso”, recuerda Guío.
Desde el 2013 está radicado en Miami, en Estados Unidos, desde donde espera darle mayor impulso a su marca, sin descuidar su sentido social.
El año pasado una dura pérdida lo llevó a pensar que debía cancelar un desfile al que había sido invitado. John Montenegro, quien había sido su pareja durante los últimos ocho años falleció por causa de dos enfermedades que lo aquejaban, Guío se encontraba afligido.
“Me invitaron a cerrar pasarela en un desfile en Cartagena, al cual denominé Sacro. Eso fue en marzo, mi pareja falleció el 8 y el evento era el 15, no sé de dónde obtuve las fuerzas, pero saqué adelante todo y puede dedicarle a él esa clausura”, sostiene el diseñador.
Montenegro se había convertido en su mano derecha, ya que era quien más le ayudaba en la parte de la producción, además de ser su compañero, quien estuvo en todo momento.
Hoy, tras años de carrera en los que ha conocido historias desgarradoras, Guío no deja de ser ese pequeño que, solo en una pequeña habitación de un humilde barrio en Palmira, adornaba a Sonia, la peinaba, la arreglaba y la convertía en el centro de las miradas.
Por eso, asegura Édgar Geovanny, “me llena el alma saber que combino mis dos pasiones. Me llena de mucha felicidad poder mantener mi esencia y poner mi granito de arena en cualquier causa social”.
Fuente: El Tiempo
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