Ni condones hay en la Venezuela chavista
Tan crítica es la escasez de medicamentos en Venezuela, que la gente no consigue ni siquiera la “pastilla del día después” o condones, justo en la época en que las autoridades de salud les recomiendan a las parejas que no se embaracen de aquí al mes de julio, cuando se espera que baje el peligro con la expansión del virus del zika.
Así lo afirma Jesús Castillo Molleda, politólogo y docente de la Universidad del Zulia, para quien la falta de medicamentos es del 80 por ciento, sigue creciendo y se volverá grave.
Un paquete de anticonceptivos “seguros” costaba de 700 a 1.000 bolívares y los revendedores subieron el valor un 700 por ciento, o más, “pero no hay”.
Freddy Ceballos, presidente de la Federación Farmacéutica Venezolana, dice que en enero de este año las droguerías tenían 9 millones de unidades y deberían tener 45 millones.
Según su reporte, hay una crisis humanitaria por falta de medicamentos, hay pacientes que se mueren por ello y ni siquiera se consiguen para atender a enfermos de cáncer, hemofilia y a transplantados.
Castillo Molleda vive en su casa el problema. Su mamá está en cama desde 2005 y requiere medicamentos para la presión, pañales y hasta guantes. “Nos surtimos de amigos de Colombia, de Estados Unidos, Panamá o las islas del caribe”.
Internamente, los precios son prohibitivos. Su madre toma Losartán Potásico. En farmacias vale 52 bolívares, por el subsidio estatal, pero al no conseguirse paga en el mercado especulativo 2.000 y hasta 3.500 bolívares.
El Canestén, crema para combatir hongos, vale 5 bolívares, pero el precio de escasez lo ha subido a cerca de 1.000. Un paquete de 20 pañales, que cuesta 430 bolívares, no baja de los 3.000. Para los malestares del zika y chikungunya sirve el analgésico Atamel, que de 10 bolívares en farmacias, pasó entre los revendedores a 1.000 bolívares.
Para el consultor político, la escasez de alimentos, repuestos y medicinas comenzó en 2009. Se ha agravado con la hiperinflación (108 por ciento a septiembre de 2015), la escasez de divisas, la especulación y la errada estatización de 1.408 empresas por parte del Gobierno, entre las cuales hay productoras de medicamentos.
Los venezolanos tienen dos realidades. La de papel, indica que en las farmacias las medicinas subieron 30 por ciento, entre 2005 y 2016. La del día a día, muestra droguerías vacías y revendedores que se hacen millonarios, a costa del sufrimiento de las familias.
Angustias sin cura
Lorena Rodríguez tiene 29 años, un hijo recién nacido, una niña de 5 años y un esposo que gana 9.500 bolívares mensuales. Para el bebé requiere leche maternizada. El pote para una semana pasó de 150 bolívares, en farmacias, a 2.000 bolívares en la calle.
En diciembre de 2015 tuvieron a los dos hijos hospitalizados, compraron desde el suero hasta los antibióticos y allí se les fueron más de 30.000 bolívares.
Lorena también lucha contra el cáncer y dos medicinas que debe aplicarse —Ciclofosfamida y Doxorrubicina— las ha tenido que conseguir por fuera de Venezuela o gracias a donaciones.
Del último medicamento, pudo adquirir por fuera del sistema de salud 10 ampolletas, por 20.000 bolívares, o sea el salario de dos meses de su marido. Por ello, tuvieron que acudir a un prestamista, al que pagan interés mensual del 20 por ciento.
Familias de mayores ingresos tampoco la tienen fácil.
Nelly Arenas Acosta, profesora del Centro de Investigaciones de la Universidad Central de Venezuela, dice que hay razones suficientes para que la Asamblea Nacional haya declarado la Emergencia Sanitaria: “yo la padezco. El 80 por ciento de los medicamentos que más se necesitan, han desaparecido de las farmacias”.
Su madre es hipertensa y solo tiene medicinas para tres meses, dos de los cuales cubrió consiguiendo el producto en España y Panamá. Gracias a un seguro y subsidio de la universidad conseguía el Miocardis de 40 miligramos a 80 o 90 bolívares. Al faltar, ha debido pagar por fuera 400 o 450 bolívares.
“Los precios se han distanciado kilómetros de los salarios”, precisa la docente de programas de posgrado y maestrías. Como evidencia, dice que el valor de la canasta familiar es de unos 100.000 bolívares, frente a los 45.000 bolívares que, en el mejor de los casos, pueden ganar profesores titulares en una universidad.
“Con decirle que un pote de Nutella, que a todos nos gusta, equivale a la quincena de un profesor universitario. Esto de la hiperinflación es una granada que nos explotó en las manos y nos dejó chamuscados a todos” .
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